” El pintor Antonio Carrascal es autodidacta, especialista en Diagnóstico por imagen, comparte su tiempo para experimentar cuerpo a cuerpo con las formas, los colores y las texturas.
El resultado, una pintura que se sitúa en distintos terrenos: arranca de la abstracción de las vanguardias artísticas, de la gestualidad y el azar del surrealismo, y de la pintura matérica que el realismo surcó en los años cincuenta. Por estas raíces muchos cuadros se asemejan a las obras del llamado surrealismo abstracto, en especial la de Mark Rothko, manteniendo sin embargo, la energía y la rabia de los “fauvistas”.
Y lo que se desvela, en la mayoría de los casos, siguiendo las ambiciones de la abstracción, podríamos calificado de auténticos PAISAJES MENTALES, viajes a paisajes en el interior de la mente. La pintura de Carrascal va creando cíclicamente paisajes mentales que van desde la escala del Universo y el Firmamento, con la mirada telescópica, pasando por la escala convencional del paisaje visto desde el tamiz de la abstracción, hasta las pinturas matéricas y las series grises y negras que recrean la mirada penetrante y microscópica de una radiografía…
Se trata sin embargo, de una abstracción que posee referentes concretos en el lugar desde el cual se pinta. Por esto aparecen, a menudo, arenas, minúsculos cantos rodados, polvo de piedra volcánica, tierras…
En una parte de la obra domina la gestualidad, los estallidos de color que se expanden con energía, las texturas meticulosas que parecen labradas por el trabajo del azar. En otras se parte de unos patrones compositivos iniciales, ejes y subdivisiones que se aproximan a los mecanismos del neoplasticismo, en esta dirección es ejemplar el tríptico sobre Nueva Cork, en el que el neoplasticismo y expresionismo acbstracto se recrean con toda libertad.
En los años de trabajo; Carrascal no solo demuestra el placer de pintar sino también un gran dominio de la técnica, un gran equilibrio entre la mentalidad del científico, con su trabajo sistémico y laborioso de investigación formal, y la capacidad de dejar liberar gestos y color, sin cortapisas académicas o conceptuales. ”
Josep María Montaner
Crítico de Arte y Arquitectura
Catedrático de la E.S. de Arquitectura de Barcelona